AUTOCEFALIA CATOLICA Y APOSTOLICA DE SAN BENITO ABAD Y SAN IGANACIO DE LOYOLA

EN EL ESPIRITU DE SAN BENITO





Desde hace más de 1500 años, la Regla de San Benito sirve de guía para hombres mujeres que quieren llevar una vida plenamente evangélica.
La espiritualidad benedictina profesa al amor de Cristo. Sabemos que Dios está en todos y en todo. Por eso, nuestra vida destaca por el respeto profundo y la alabanza a toda la creación.
El vivir humildemente ante la grandeza de Dios nos vivifica y nos llena de paz y alegría.La comunión con Dios se vive en todos los aspectos de nuestra vida.

Nuestro oración comunitaria, la liturgia de las horas y la eucharistía son nuestra fuente viva de energía y amor.

En nuestra vida personal, comunitaria y en nuestro ministerio servimos a Dios. En la hospitalidad, acogemos a Cristo en cada persona, especialmente los enfermos, extranjeros y todos los heridos por la vida.
El estudio personal y la oración a partir de Las Escrituras modelan nuestro espìritu. El Evangelio es nuestra guía.

Queremos hacer de nuestros espacios vitales, los equivalentes de los monasterios donde oramos y trabajamos.

Profesamos la entrega diaria a Cristo.Por la obediencia escuchamos a Dios y le respondemos.

La conversatio ( oraciòn personal ) nos compromete a fiarnos en la fidelidad de Dios y responderle fielmente en la simpliciadad de nuestra vida diaria.

La estabilidad (medio geográfico y social inmediato) nos llama permanecer firmes y confiadas en la presencia de Dios, en nuestra capacidad y a través de las circunstancias de la vida.






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EN EL ESPIRITU DE SAN IGNACIO DE LOYOLA




Nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama cada mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera”. Pedro Arrupe SJ

¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DE LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA?

Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre mi vida. No lo más perfecto objetivamente, sino lo que Dios quiere de mí.
Ensanchar el corazón a las dimensiones del mundo, pero aterrizando en lo concreto para no perderme en vaguedades o en ideales irrealizables.
Conocer mi realidad lo más ampliamente posible. De ahí, mucho examinar cada situación y también examinarme
Discernir, a la luz de la oración y de la razón iluminada por la fe, cómo puedo mejorar esa realidad para hacerla más evangélica.
Encontrar a Dios en todo lo creado, siendo contemplativos en la acción o unidos con Dios en la acción (Comprensión de Los S.J Provincia de Colombia)

Qué es la Espiritualidad Ignaciana?
1° Hay muchas maneras de expresar lo que se entiende por Espiritualidad. Nosotros lo entendemos como «el encuentro del espíritu humano con el Espíritu de Dios, de modo que Dios hace Su propuesta, y la persona humana responde al proyecto de Dios».
2° Ignacio se encontró con Dios en un momento crucial de su vida: cuando sintió en su E cuerpo herido el fracaso de sus ambiciones humanas. A partir de entonces fue captando la llamada de Dios –fue «discerniendo» Su propuesta– y le respondió en forma gradual y progresiva, pero total y radical.
3° La experiencia de «conversión» a Dios la fue viviendo durante varios años, y la escribió Ignacio en un libro que se llama «Ejercicios Espirituales» que, según su mismo autor, es 'Iodo lo mejor que en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos».
4° Los rasgos principales de la espiritualidad que se deriva de los Ejercicios Espirituales ti los podemos sintetizar en los siguientes puntos:
1. Búsqueda apasionada de la voluntad de Dios.
2. Capacidad para saber discernir los «signos de Dios".
3. Actitud de querer siempre celo más y mejor" en el servicio a Dios.
4. Simpatía y sintonía con todo lo creado y humano.
5. Libertad interior y disponibilidad al servicio del Reino.
6. Conocimiento, valoración y amor personal a Jesucristo.
7. integración entre contemplación y acción: “en todo amar y servir"
8. Amor y obediencia a la Iglesia real.
9. Armonización entre el servicio a la fe y la promoción de la justicia
10. Cultivo de las virtudes y devociones sólidas.
5° La espiritualidad Ignaciana tiene una clara orientación hacia el apostolado. Inspirada en la invitación de Cristo a colaborar con Él en la construcción del Reino de Dios, la persona que vive dicha espiritualidad experimenta una fuerte inclinación a poner todos sus talentos al servicio de la evangelización. Esto supone que tiene muy claro el fin que le propone Dios, y que sabe relativizar todas las cosas como medios para lograr el fin.
6° La vivencia de dicha espiritualidad se alimenta y se canaliza a través de un triple canal: Oración, Formación y Acción. La oración y la acción se integran en la famosa fórmula de «contemplación en la acción». La formación de la persona es permanente, intensa y orientada hacia la maduración cristiana del apóstol: no se estudia para saber no más, sino para servir mejor.
7° Ese ideal de vida supone y exige del cristiano una gran dosis de libertad interior, que Ignacio llama «indiferencia», pero que es la disposición interior necesaria para poder vivir el planteamiento evangélico de «Busquen, ante todo, el Reino y la Justicia de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt. 6,33).
8° El logro de esa libertad interior es fruto de un proceso de formación humana y cristiana en el que confluye el cultivo personal de dicha facultad con la experiencia espiritual personal que hace que uno descubra en Jesús «el gran valor de su vida». De ahí que se diga con toda propiedad que el Cristocentrismo es una nota característica de quien comparte la espiritualidad ignaciana.